Sobre El sendero frugal, de Jacques Dupin
Densa,
hermética y al mismo tiempo cargada de una fuerza emocional que la ilumina sin
aclararla del todo, la poesía de Jacques Dupin […] antes que brindarnos
respuestas infalibles o incuestionables certezas, nos muestra las heridas, las
marcas, las cicatrices que la duda inflige en la conciencia y el lenguaje. Opuesta
a dicotomías manidas, antes que una de la oscuridad —o del claroscuro—, la de
Dupin es una poética del enrarecimiento y, en últimas, de la demolición.
Planteada desde la imposibilidad de su articulación, esta poesía hurga entre
los escombros del ser, busca el «titilar de los signos en la profusión de las
cenizas», y es capaz de erigirse en un solo verso, paradójico en su transparencia:
«El canto que es en sí mismo su hoz», la voz —esto es, la conciencia— que a sí
misma se siega para (re)nacer, el lenguaje que, como la semilla evangélica, muere
para dar frutos: «La escritura se atiborra de perfumes que la descomponen. La
luz se abre, como un higo maduro...». A partir de este nacimiento, que es en
realidad una resurrección, los poemas de Dupin responden a la doble intención
observada por su traductor, Iván Salinas:
Por una parte, buscan quebrar la lengua, y todas las estructuras que le dan orden, para instaurar un espacio en el que pueda aparecer el lenguaje. Por la otra, es necesario destruir el poema esperado, desde su interior mismo, para dar paso a la poesía y a través de ella intuir la experiencia del adentro y el afuera.
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Este es un fragmento de una reseña publicada en el número 72 de Luvina, la revista literaria de la Universidad de Guanatos. Si gustan leer mi texto completo, vayan acá (está en la página 131):
http://www.luvina.com.mx/AJUSTES/descargas/portada/72/Paramo72.pdf
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