jueves, marzo 15, 2007

Lo que queda de Quién


A Israel, Wherever


There's a rock and roll singer on the television
Giving up his music, gonna take up religion
Deserted rock and roll
To try to save our souls
John Entwistle

Hace 12 años, antes del primer concierto de los Rolling Stones en nuestro país, en un artículo en el que se preguntaba qué podrían ofrecerle esas envejecidas majestades al público mexicano, Juan Villoro escribió: "El mejor instrumento para medir el atraso con el que el rock ha llegado a México es la cara de Keith Richards...". Este sábado 17 de marzo, los que por años hemos sido fanáticos de The Who tendremos en la calva de Pete Townshend y en la consumida voz de Roger Daltrey "nuevas" herramientas para calcular esa demora.

Seamos honestos: Daltrey nunca fue el mejor cantante. Sí, en cambio, una voz poderosa, capaz de alcanzar los registros necesarios para hacer del alarido una obra de arte. ¿Qué alma vacua es incapaz de conmoverse ante aquel LOOOOOOOOOVEEEEEEEEE con que concluye Quadrophenia? ¿Quién puede permanecer incólume después del YEEEEEAHHHHH que parte en dos "Won't get fooled again"?

Durante ya cuatro décadas, la garganta de Daltrey ha sido emisaria de uno de los evangelios más precisos e incontrovertibles del rock. Sólo a través de esa boca la palabra de Townshend logró convertirse, para sus millones de fieles, en dogma de fe. (Recuérdese, si no, qué mal saben esas hostias cuando las reparten Fred Durst, Bryan Adams e incluso David Bowie). Pero todo tiene un límite y hoy, a fuerza de llevarla hasta los extremos de la ronquera, la voz del rubio de Shepard's Bush parece más la de un profeta cansado que la del joven y belicoso Moisés que anunciaba "El éxodo está aquí/ los dichosos están cerca".

Hay bandas que sobreviven a su propia tragedia: sin Brian Jones, los Stones pudieron encontrar en Jagger a un líder lo suficientemente carismático como para hacer de la fealdad su sex appeal. Otras, de por sí menos afortunadas, no corren con la misma suerte: ¿Quién puede pensar en los Doors sin aquella vedette que fue Jim Morrison? ¿Cómo se llama el sujeto con el que May, Deacon, y Taylor pretendieron reemplazar a su estelar Freddie Mercury? ¿Alguien recuerda un éxito de INXS sin Michael Hutchence?

Históricamente, pocos grupos han sido los elegidos para sobreponerse con decoro a la pérdida de alguno de sus integrantes más notorios. Tras la muerte de "Bonzo" Bonham, Robert Plant, Jimmy Page y John Paul Jones prefirieron tomar cada quien su rumbo antes de precipitarse en el vacío haciéndole honor al nombre de la banda. Los Who, en cambio, siguen asumiendo el riesgo de sobrevivir --primero sin Keith Moon y luego sin John Entwistle-- como la mitad de una confederación de talentos irremplazables unidos por la casualidad… y "el que sobrevive es su propio fantasma". Nunca se hundieron, pero desde 1978, tras la muerte del que para los que somos devotos de la banda ha sido el más grande baterista de la historia del rocanrol, han bogado contra la corriente del recuerdo de sus días de esplendor.

Sigamos siendo honestos: el prestigio de la banda se ha mantenido durante tanto tiempo gracias a la leyenda sobre la que se funda y a la energía y la feroz contundencia de sus actuaciones en vivo, pero los años más recientes han demostrado que la edad también se ensaña con los dioses y la frase más célebre de Townshend (“espero morir antes de envejecer”) ha cobrado una pasmosa actualidad. “El tiempo no espera a nadie” y hoy el rock le pasa su factura a los ídolos longevos. A principios de la década, aquejado por una sordera parcial resultado de su exposición crónica al exceso de decibeles, Townshend enfrentó un escándalo aún mayor al ser investigado por su supuesta afición a la pornografía infantil. Como si eso no fuera suficiente, a principios de 2003, el que hizo de la incorrección política un himno en el que juraba que no lo harían pendejo nuevamente, apoyó abiertamente la incursión de la Gran Bretaña en la guerra de Irak. Unos meses antes, en junio de 2002, la muerte repentina de su histórico bajista los sorprendió a punto de iniciar su gira de aquel año. Sin ir más lejos, el martes de esta misma semana, Roger Daltrey tuvo que abandonar el escenario en Tampa, Florida, aquejado por una bronquitis.

Si bien el rock también vive de milagros --y como la historia de cualquier grupo, la de The Who está marcada por azares providenciales, cumbres de gloria e íntimas catástrofes--, quien haya escuchado Endless Wire, el más reciente trabajo de estudio del otrora cuarteto londinense, luego de 24 años sin una grabación original, podrá darse cuenta de que el disco suena más a un epitafio que a la triunfal resurrección de un muerto que durante ya casi tres décadas se ha esforzado en parecer, como el del Cid, un cadáver respetable.

Pero seamos honestos por última vez: nada de lo dicho hasta aquí importa verdaderamente, nada de esto será trascendente la noche del sábado, cuando las primeras notas de "Baba O'Riley" nos devuelvan al páramo de nuestra adolescencia.
Postdata prevista
Quienes aún conservábamos un poco de fe en que Roger Daltrey recuperara el don de sus mejores épocas y, tocada su garganta por algún numen rocanrolero, nos deleitara la noche del sábado con aquellos gritos de furia juvenil, tendremos que conformarnos con el DVD de algún concierto decoroso. El astro de los rizos de oro que durante décadas se dedicó a cultivar sus abdominales y sus bíceps en gimnasios de todo el orbe olvidó someter sus cuerdas vocales a una disciplina similar.
La tarde de este jueves 15 de marzo, la compañía productora de espectáculos masivos encargada de traer a los Who a la Ciudad de México anunció que, luego del bochornoso retiro del cantante del tinglado en Tampa, el médico recomendó a Daltrey reposo absoluto antes de intentar cantar cualquier estrofa de "Pictures of Lily". El esperado concierto, anunció OCESA, será pospuesto y en los próximos días se anunciará la nueva fecha.
Hasta allí la información oficial que, por cierto, omitió hablar del exceso de localidades aún disponibles en taquillas y de las estrategias --ineficaces-- para, si no agotarlas, al menos reducir su número de manera considerable. Antes de tocar un solo acorde, The Who en México parece haber resultado un espectáculo caro y poco rentable, o sea, no fue negocio... y como sabemos, business are business.
No quiero ser pesimista, pero lo soy: lo esperable ahora es, antes que el anuncio de una nueva fecha, la cancelación del "evento" en México o, considerando el estado lamentable que la voz del cantante ha evidenciado en los últimos años, la suspensión definitiva de la gira (si el necio Pete no decide continuarla como la banda de un solo hombre).
Hace una década el grupo Oasis cantaba la moraleja anticipada de este lamentable episodio: "Por favor, no pongas tu vida en manos de una banda de rock que lo manda todo a la chingada". Tu vida no... ni tu dinero.
Long Live Rock