viernes, febrero 18, 2011

Las rayas de el Tigre

Bajo la figura tutelar del tigre, emblema de potencia y ferocidad, Eduardo Lizalde ha erigido una obra exacta y descarnada en la que los géneros se trenzan hasta complementarse como las ramas y la maleza de un disciplinado jardín verbal. Del poema a la novela, del ensayo al cuento, de la traducción de poesía al comentario musical, Lizalde ha hecho del ejercicio literario una prolongada lección de estilo poético y rigor crítico que dura ya cinco décadas.

En el periplo que va de Cada cosa es Babel a Algaida -y que incluye también su obra ensayística y buena parte de su narrativa y sus traducciones- es posible observar, desde el principio, el triunfo de la voluntad del autor, su demorada y paciente demostración, contra la hidra de dos cabezas ("mediocridad poética y desatino teórico") que se propuso combatir al hacer agua el proyecto poeticista. En la tajante oposición a aquellos espectros, Lizalde ha fincado una obra vasta y singular por rigurosa, oscura y descarnada, sí, pero no exenta de humor (un humor corrosivo, ciertamente) y celebración (de la amistad, del amor carnal, de los goces terrenos). Hija legítima de una era convulsa, poblada de crisis e incertidumbre, la obra de Eduardo Lizalde se inserta en el fresco de la literatura mexicana como una herida abierta que lanza una pregunta -que a veces se responde sin demasiado optimismo- sobre el devenir del mundo, de las sociedades y los sistemas, del propio individuo.

Más allá del ácido poeta celebrado por la crítica y los lectores, hay otros lizaldes si no secretos al menos supeditados a la esfera de aquel más visible. Sin embargo, al final, todas las facetas del Tigre confluyen en una sola figura multiforme: ¿Cómo comprender del todo la mordacidad y el desencanto que pueblan sus poemas sin la lectura de sus ensayos políticos, de sus textos críticos y sus artículos periodísticos? ¿De qué manera justificar su rimbombancia y efectismo retóricos, su sentido sinfónico del poema, la teatralidad de su lectura, sin conocer su pasión por la música clásica y la ópera en particular? ¿Cómo leer sus traducciones a la luz de su propia poesía? Y sus afanes narrativos, ¿cómo leerlos?, ¿son el complemento o la cara opuesta de su trabajo poético?

Antes que responder puntualmente a cada una de estas cuestiones, este libro pretende un acercamiento múltiple a una obra vasta, compleja y rigurosa a partir de otra pregunta: ¿Cómo leen las generaciones recientes a Eduardo Lizalde? A partir de ésta, de la división del corpus literario del autor en siete apartados trazados al arbitrio de mis intuiciones lectoras, y de la figura dual del tigre-poeta como eje imaginario del volumen, quince jóvenes escritores se adentran en la extensa, heterogénea selva de la obra lizaldeana para emerger de ella con las marcas de fuego de su propia lectura.

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Publicado por el Fondo Editorial Tierra Adentro, y compilado por un servidor, Una raya más. Ensayos sobre Eduardo Lizalde se presentará el próximo 2 de marzo a las 19:00 horas en la Feria Internacional del Libro del Palacio de Minería. Comentaremos el volumen Julio Trujillo, Eduardo Uribe y yo merengues.

El texto que aparece aquí es un pastiche de las líneas de la cuarta de forros y de algunos párrafos de la presentación del volumen.