viernes, octubre 29, 2010

Nuestra aparente rendición


Hace unos días, ante a un grupo de importantes empresarios (los únicos mexicanos que realmente parecen importarle), el presidente Felipe Calderón lanzó la siguiente perorata:

Seguimos avanzando en otros frentes, porque la política que hemos seguido es la de enfrentar y no eludir los problemas que tenemos. Uno de ellos es el del desafío de la seguridad. […] Es un camino largo, quizás sin muchos resultados a corto plazo o por lo menos no espectaculares, pero sí es un camino eficaz y, además, es el único que hay.


¿Es esto realmente cierto? ¿Es la vía emprendida por el gobierno federal la única posible para remediar la gravísima crisis de violencia e inseguridad por la que atraviesa el país y que, en buena y gran medida, debemos al propio Calderón y a su ansia de legitimarse luego de la disputada elección que lo llevó al poder? Y, ¿por qué, si se trata de un “camino eficaz”, las cosas hoy parecen peores, mucho peores, luego de cuatro años de una “guerra” a ciegas contra un enemigo que parece multiplicarse como las cabezas de la hidra? ¿En dónde, en qué, radica su eficacia?


La arenga presidencial tiene la impronta del viejo autoritarismo priísta que tanto combatieron o dijeron combatir sus adversarios, desde hace ya diez años en el poder: “Las cosas se hacen así, porque yo mando, porque lo digo yo: mi ruta es la única ruta.” Pero estos son, para bien y para mal, otros tiempos. Conquistada sólo a medias en las urnas, la tan cacareada democracia mexicana, para serlo plenamente, exige de una u otra forma, la participación de todos en los asuntos que a todos nos atañen y nos afectan ya directamente. Hoy más que nunca, como en ningún otro momento, señalar, criticar, disentir y proponer se han vuelto no sólo graciosas prerrogativas que el Estado concede “generosamente” a sus ciudadanos, sino una obligación moral con nuestro país y nuestros conciudadanos, con nuestras familias y nuestros hijos. Con nosotros mismos. No hacerlo equivale a cruzarnos de brazos, a resignarnos, a doblegarnos ante poderes y tácticas que, de uno y otro lado, tratan de imponérsenos como ineluctables.


Nuestra aparente rendición
es un espacio colectivo que da cabida, precisamente, a la opinión, la crítica y el disenso sobre el actual estado de las cosas en México. La opinión, la crítica, el disenso, sí, pero también la imaginación, la creación, las propuestas orientadas a preservar nuestra noción de colectividad, nuestro sentido de solidaridad frente al desastre presente y por venir. Un sitio desde el cual “
inventar [y aglutinar, diría también] recursos para ser quienes somos y no quienes nos están acorralando a ser. Tratando de superar, nosotros también, nuestra aparente rendición ante lo que nos sucede.”


Artistas y creadores, contadores y médicos, editores y amas de casa, señoras y señores, ciudadanos de México y de cualquier país, vayan y sumen su voz a este proyecto:

http://nuestraaparenterendicion.blogspot.com/