martes, mayo 25, 2010

El monstruo y sus aristas

Silvia Eugenia Castillero,
Aberraciones: el ocio de las formas
,
UNAM/Dirección de Literatura,
México, 2008.


Un fantasma recorre el mundo: el espectro de lo aberrante. Desde las criaturas imposibles de la mitología clásica hasta los freaks de Tod Browning y Joel Peter-Witkin, pasando por las melusinas medievales y el no menos tosco Gregorio Samsa, la fascinación humana por lo informe, lo deforme y lo perturbador ha motivado no sólo obras fundamentales en la historia del arte sino diversas reflexiones al respecto.

En la “Introducción” de una de las más recientes, su Historia de la fealdad, Umberto Eco identifica tres diferentes clases: la fealdad per se, la fealdad formal y la representación artística de ambas:

Deberemos distinguir realmente entre la fealdad en sí misma (un excremento, una carroña en descomposición, un ser cubierto de llagas que despide un olor nauseabundo) y la fealdad formal, como desequilibrio en la relación orgánica entre las partes de un todo. […] Y respecto a la fealdad artística, recordemos que en casi todas las teorías estéticas, al menos desde Grecia hasta nuestro días, se ha reconocido que cualquier forma de fealdad puede ser redimida por una representación artística fiel y eficaz.


Justamente en este tipo de purificación paradójica es que se sustenta Aberraciones: el ocio de las formas. A partir de la observación de modelos monstruosos tradicionales y de la lectura atenta de antiguos manuales de fisiognomía, bestiarios, mitologías, novelas y teorías estéticas, Silvia Eugenia Castillero, al hacer un recuento de aquellas anomalías artísticas y literarias, elabora una teratología contemporánea nacida, antes que del asombro, del deseo honesto de compartirlo con sus lectores. Esto es, en sí mismo, un hecho plausible, pues no hay en las páginas de esas Aberraciones el presuntuoso afán de aleccionar a los legos, tan difundido por cierta clase de estudios académicos, ni el menos soberbio de andarse por las ramas del fingimiento.

Curtida tanto en las ceñidas estructuras de la academia francesa como en las aparentemente menos férreas de la poesía, Castillero ha sabido complementar en este libro ambas facetas de su quehacer intelectual. A caballo entre el artículo de divulgación y el ensayo literario, los trece textos que componen Aberraciones: el ocio de las formas, sin rehuir los hallazgos de la pura intuición poética (léanse, por ejemplo, “Del bullicio y la caída”, “Luz de sirena” o “El manatí: entre el Viejo y el Nuevo Mundo”) exponen el olfato crítico con que la autora ha emprendido su escritura. En esto, se ciñe a la vitalidad primigenia de un género nacido de la curiosidad, el tanteo y la experimentación antes que de la certidumbre absoluta.

Si, como recuerda aquel semiólogo piamontés, el arte es, entre otras cosas, una forma de redención de lo siniestro, no lo será menos la dilucidación de sus invenciones —literarias, pictóricas, arquitectónicas. Basten como ejemplo unas líneas de Silvia Eugenia Castillero destinadas a explicar la naturaleza escatológica de las sirenas (no los seres idealizados de cierta literatura infantil y del cine hollywoodense, sino sus mortíferas versiones primigenias):


Desplumadas por las musas de buenas costumbres, desplazado su canto celestial al espacio de ultratumba, reinas de las sombras, las sirenas —aladas o pisciformes— habitan la arena movediza del borde de los mundos y encienden en los seres humanos —como lo creía Pitágoras— la nostalgia por los cielos.


Si bien al final de este libro aparece una bibliografía selecta de los textos sobre los que Castillero trabajó, y que servirían para complementar la lectura de los más interesados en estos temas, no hay en esas páginas la tediosa exposición del falso erudito que sustituye la fluidez de sus ideas con notas a pie, sino la generosa curiosidad de una autora que, atraída por el llamado de lo informe, lo mínimo, lo diverso y lo abigarrado, revela hábilmente el paisaje por el que transitan los seres de sus obsesiones: sirenas y esfinges, caballos y minotauros, laberintos e insectos en cuya calculada monstruosidad el lector podrá contemplar la de su propia especie.

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Esta reseña se publicó en el número 12 (primavera 2010) de La palabra y el hombre, revista xalapeña de la Universidad Veracruzana. Si la buscan aún la hallan en Sanborns.