miércoles, noviembre 05, 2008

Pies de prensa

Obama contra reloj

¿Podrá Superobama salvar al mundo? Naaa

Escuché por primera vez el nombre de Barack Obama hace apenas dos años, en un pasillo de la FIL de Guadalajara, de boca de mi compadre Raúl Carrillo Arciniega, académico del College of Charleston, en Carolina del sur, que en aquella ocasión se encontraba en la capital jaliscience para presentar una antología del poeta andaluz Jenaro Talens de la que yo fungí como editor en la UNAM. Esa vez, le plantee a mi amigo la posibilidad de que, en un par de años, una mujer, la senadora demócrata Hillary Clinton, resultara electa presidenta de los Estados Unidos. Raúl me confirmó que la ex primera dama era una figura muy fuerte dentro de su partido, que gozaba de muchas simpatías entre los demócratas "tradicionales" y que tenía una alta probabilidad de ser nominada candidata a la presidencia, sin embargo, me advirtió, "hay un negro que está empezando a mover a la gente y con el que las minorías se identifican. Es un senador de Illinois que se llama Barack Obama. Se está volviendo fuerte y quién sabe, en una de esas le gana la candidatura a Hillary". Debo confesar que en esos días mis prejuicios me hicieron desechar inmediatamente la suposición de mi otrora condiscípulo universitario: podía creer que un ciudadano estadounidense de color (negro, como dirían Les Luthiers) con un nombre afromusulmán, albergara entre sus aspiraciones dirigir al país más poderoso del mundo (a fin de cuentas, ya antes el reverendo Jesee Jackson había aspirado, si bien de una manera digamos simbólica, a lo mismo). Mis dudas estaban enfocadas, más bien, hacia la sociedad estadounidense, históricamente racista, sectaria y supremacista: soberbia, pues. Simplemente creía imposible que un desconocido mestizo afroamericano con un nombre que ya llevaba incluido el estigma de terrorista mahometano (estigma inútil para sus rivales, que más de una vez trataron de atacarlo por ahí y que el senador hawaiano fue capaz de revertir a su favor, al apelar al carácter multiétnico y pluricultural de su nación) pudiera ganarse las simpatías de un pueblo como el de los Estados Unidos, tan creyente del predominio de la blancura.

Todos mis presentimientos fueron desmentidos ayer, en una jornada electoral histórica (positivamente histórica, habría que decir) en la que los votantes de todas las razas, credos y edades (si bien, en un hecho inaudito, mayoritariamente jóvenes), se volcaron a manifestar su hartazgo de ocho años de un régimen del miedo que les dejará un país sumido en la zozobra económica y política, aislado del mundo y con un liderazgo cuestionado y, por ende, mermado en "el concierto de las naciones".

Lo menos que puede decirse es que resultó emocionante ver por televisión los festejos que anoche recorrieron los Estados Unidos de costa a costa, como emocionante fue el discurso de Obama en el que sin distingo de razas, credos, preferencias sexuales ni políticas ofreció ser el presidente de todos los americanos (estadounidenses, se entiende). Pero eso fue anoche y hoy ya es otro día: el notable carisma de Barack Hussein Obama, su mesura, su agudeza discursiva, su inteligencia aparente (porque uno nunca sabe), no resolverán por sí solos los graves problemas que enfrenta su país y, con él, el mundo entero. Obama llegará a la presidencia de los Estados Unidos con el incómodo disfraz de mesías y ya sabemos los riesgos que eso conlleva. El próximo 20 de enero el ahora presidente electo recibirá un país económicamente devastado, con una población deprimida y angustiada a la que deberá ofrecer soluciones no sólo prontas sino radicales. Las circunstancias históricas obligarán al presidente Obama a dar un golpe de timón y, como también lo sabemos, los virajes bruscos provocan inestabilidad y llevan implícito el altísimo riesgo de una volcadura. Los resultados inmediatos pueden no ser todo lo buenos que sus votantes esperan, y en ese sentido las decepciones pueden ser también mayúsculas. Por el bien de Obama, por el de su país y por el del mundo entero espero que no sea así.


El secretario que cayó del cielo

(Cartón de José Hernández)

Ahora que ha muerto en condiciones lo mismo intrigantes que inquietantes, lo menos que podría decirse del paso fugaz de Juan Camilo Mouriño por la Secretaría de Gobernación es que su gestión errática siempre fue puesta en entredicho, tanto así que en la última semana su estancia en el palacio de Covián parecía haberse vuelto insostenible. El mediodía del pasado viernes 31 de octubre, por ejemplo, en los noticieros radiofónicos de la Ciudad de México comenzó a difundirse la especie de que la renuncia (ese eufemismo con que la política define el despido) del secretario de Gobernación era cuestión de horas, a lo mucho de días. A los cuestionamientos iniciales sobre su origen extranjero (jugaba de cachirul, como quien dice) y las corruptelas y el tráfico de influencias ejercidas por el ex secretario desde sus juveniles años de legislador para beneficiar los negocios familiares, en las últimas semanas se sumaron una investigación sobre lavado de dinero emprendida desde España contra su padre y la amenaza del Instituto Federal de Acceso a la Información (IFAI) de hacer público el expediente Mouriño, así como también algunas versiones que lo ligaban con el caso de los espías del narco infiltrados en la SIEDO.

Con el sospechoso giro trágico que tomó ayer (lamentable si pensamos lo mismo en los huérfanos que deja el joven padre que en las consecuencias que el avionazo pueda traer al deteriorado entorno nacional), el caso se cerrará como un capítulo más de la impunidad imperante en nuestro país y ya, por obra y gracia de la alquimia del discurso político, Juan Camilo Mouriño ha dejado de ser un político en la mira de los medios y la opinión pública para convertirse, según palabras de su amigo y valedor Felipe Calderón, en un mexicano ejemplar "cuyo talento, tacto y capacidad estratégica y de diálogo permitió que el país avanzara en muchas reformas". Uno más de nuestros mártires de la mentira, pues.

2 Comments:

Blogger Gervasio Montenegro said...

CONVERSACIÓN DEL SABIO Y EL AMIGO

―Amigo de porte magro,
¿qué te trae a esta ciudad?
―Vengo a veces por cariño,
a veces por amistad...
Hoy vengo a que me respondas
cuándo hablamos de milagro,
cuándo de calamidad.
―Milagro es que viva el niño
que se ha perdido en las hondas
aguas de la suciedad.
En cambio, es calamidad
que resucite Mouriño.

9:59 a.m.  
Blogger Víctor Cabrera said...

Don Gervasio:
¡Vaya honor saber que sus ojos y sus mientes han apacentado en estas indóciles praderas!
Su visita inesperada y sus sabios versos cólmanme de dicha.
¡¡¡Enhorabuena por mí y salut por usted!!!

vc

1:20 p.m.  

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