miércoles, noviembre 26, 2014

El domingo en la FIL de Guadalajara

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compilador y editor presentamos Penúltimos. 33 poetas de Argentina, (1965-1985), el proyecto en el que tanto trabajamos los últimos nueve meses y que, no tengo duda, constituye desde ya una vindicación inteligente y puntual de la poesía argentina reciente. Como botón de muestra y para dejar abierta la invitación a las maravillas que podrán encontrarse dentro de este volumen, cuelgo aquí abajo el enorme poema de Valeria Meiller que cierra la selección. Si andan por Guanatos, no dejen de caerle.

DE UNA EVOLUCIÓN
Yo te amé desde antes, ahora existe el rayo,
tijera de luz cortando el aire de la noche.
Los grillos se quedaron sordos y se frotan
las patas con arritmia,
una canción disonante, interpretada por tres cuerdas.
Las ranas croan porque temen al agua y las asusta,
nadie lo entiende, la tormenta.
Yo te amé desde antes:
desde el filo almidonado, en las enaguas,
cuando las horas eran blancas porque eran puras y no
porque eran, nada más, blancas. Te amé
cuando el gallo supo la hora exacta, mientras el día
se dividía del tiempo. En esa división, te amé sin saber.
En el norte riguroso de las cosas, en los naturales
regresos de los ciclos y sus correspondencias,
te amé, con y sin sosiego, en el ojo
burgués de la tormenta, con el parte doméstico
del aburrimiento de los otros.
Te amé con la certeza
de que al año siguiente, no importaban
los muertos, volverían
a caer las nueces de sus cáscaras y los hombres
arrastrarían el hierro
de los días para mantener el temple del fuego.
Te amé con la certeza en abril de la leña,
en verano de los leñadores y en invierno
de las tormentas que habían derribado los árboles.
Y ahora que no te amo, en mi universo
sólo existe, boreal,
la forma endeble de la nieve.
Los fantasmas regresan,
noche tras noche, sin lámpara que los espante.
Ahora que no te amo, en los pliegues planchados
son siempre cómicas las mangas de camisa.
Ahora que todo es
irreal, anónimo, fortuito: las vacas suben como cantidades allá,
en la cuesta,
enfiladas a la par prudente de los álamos como puntadas de hilo
que atraviesan el nácar sin brillo de un botón.

Valeria Meiller

domingo, noviembre 23, 2014

Estela de Ayotzinapa

Imagen: Luis Vicente de Aguinaga

I. El baile

Vivos se los llevaron
en medio de la noche
a mitad de la nada

como se llevan cosas

de un lugar a otro
igual que se transportan mercancías
mercaderías
productos    drogas
cabezas
xxxxxxx de ganado

hijos de quiénes

bastardos de qué sombras
se los llevaron
xxxxxxxxxxxxxxxvivos
heridos o golpeados
pero sujetos aún
xxxxxxxxxxxxx a su resuello
agarrados con las yemas de los dedos
al filo de su última esperanza

se los llevaron

xxxxxxxxxxxx    al baile
de los cuerpos
xxxxxxxxxxxxx  rotos
a un paraje del cerro
a la cañada
de en medio de la noche
a las primeras planas

vivos se los llevaron

a un súbito suburbio de lo oscuro
cuyo nombre se escribe
con una cruz enorme. 

lunes, noviembre 03, 2014

Próximamente


Un jardín, éste. Otro. Supuestamente arrasado, es decir, destruido, en ruinas. O, visto desde su re/verso, lleno al ras de las cenizas de un mundo de apariencias consumidas por el fuego, reducido al polvo que lo hará renacer. Un lugar donde se ha intentado someter a la naturaleza, la palabra en la espesura, para darle un orden específico. Un hortus conclusus en todos los sentidos, cerrado, con sus propios símbolos y enigmas. Su propio secreto. 

Pura López Colomé
 
Imaginemos que podemos escuchar las cenizas. Hablarán de adherencias, no de pulimentos, de filos lacerantes, no de limaduras, de corrupciones y no de purificación. En ese jardín arrasado Víctor Cabrera y Alejandro Benassini nos invitan a escuchar algo que quiere ser visto: la noche primitiva y delicada del monje Thelonious, una canción que evoca la luna sobre un castillo desolado. 

Eduardo Chirinos