Noticia sobre las mancuspias

― ¿Qué son las mancuspias?
De inmediato y antes de acudir a ningún manual, diccionario o enciclopedia, escarbé hasta donde pude en mi memoria endeble y allá en el fondo di con un vago recuerdo que me permitió responder de prisa y más bien dubitativo:
― Unos animales, ¿no?
― Sí ―me confirmó El Chino.
Si ese era el dato que el maestro esperaba, el asunto hubiera quedado zanjado de inmediato. Pero evidentemente una tarea escolar exige mucho más que esa respuesta sucinta. Por una mera chiripa mi intuición había atinado: la mancuspia era, en efecto, un animal... pero, ¿de qué especie?
Fue el propio Víctor quien me dio las primeras pistas, después de desmentir que, como yo lo hubiera jurado, se tratara de un especimen australiano:
― Es un animal imaginario inventado por ese tal Julio Cortazar [sic].
¡Se hizo la luz! De inmediato forcé la oxidada máquina de mi cerebro para ubicar a la huidiza criatura en alguno de los cientos de textos del argentino. ¿Por dónde empezar? Pues por el principio: así que hojeé su primer libro de cuentos, Bestiario,(1) en el que, como su título lo indica, los animales tienen una importancia fundamental para la mayoría de las historias. Y sí, ahí estaba (o estaban, porque son muchas las que allí aparecen) escondida en los renglones de ese inquietante misterio que se llama "Cefalea", en el que unos criadores precisamente de mancuspias padecen insufribles jaquecas que el lector nunca sabe (porque el lector de Cortázar nunca sabe, aunque puede intuir, sospechar y, casi siempre, dejarse sorprender) si son causadas por el contacto con las bestezuelas o si éstas son una mera alucinación provocada por los excesivos dolores de cabeza.
Aunque suficiente, la información que proporcionaba el relato era fragmentaria y, para tener una definición convincente de aquellos seres, capaz de dejar conforme a cualquier profesor de formación básica curtido en la ortodoxia, era necesario irla armando uno mismo. Fue lo que hice antes de telefonear al Chino y ofrecerle un resumen escueto del animalejo cortazariano.
Hasta ahí todo en orden: el enseñante, conforme y mi tocayo, feliz con su buena calificación, pero ―lo sabemos―, nada puede haber más molesto que el orden para un cronopio. Y Julio era uno, y grande.
Esta mañana, mientras apuraba el cereal del desayuno y hojeaba mi fatigado ejemplar de Último round, el propio argentino, enorme niño juguetón, me hacía un guiño más de burla que de complicidad:
¿Por qué los críticos tenderán a imaginar en un texto cualquier cosa salvo la imaginación? El joven platense que consultó todos los diccionarios de la Biblioteca Nacional buscando la palabra mancuspia. Roger Callois que dedujo que las motecas en 'La Noche arriba' se llamaban así porque el protagonista del cuento andaba en moto. O el chico del Colegio Nacional que me escribió para decirme que su profesor los había mandado a la calle Santa Fe para ver si encontraban la casa donde ocurre 'Final del Juego'. (2)
El azar, que otros llaman vida, quiso que esta misma mañana, hace un par de horas, el gaucho de Oriente, Gabriel Schutz, pasara a saludarme a la oficina. En agradecimiento por la edición de un libro de relatos publicado hace un par de años y cuyo cuidado editorial estuvo a mi cargo,(3) Schutz me entregó un viejo volumen, de unas ciento cincuenta páginas, de forros sobrios y tipos elegantes cuya portada reza:
Por el Dr. Aníbal Schutz (4)
― ¡Che!, un poco tardío el obsequio, pero espero que te guste ―me dijo el Gaucho con ese tono amable de dandy montevideano―. Fijate que lo escribió un tío abuelo, médico, allá por el 45, cuatro o seis años después de llegado de Europa, no lo sé. Mi abuela me contó que lo hacía para distraerse de unos dolores de cabeza horrendos que le daban. Y bueh, cuando tengás un tiempito le das una hojeada a ver qué te parece. Víctor querido, sabés que llevo un poco de prisa así que te dejo en lo tuyo, che.
Después de despedirnos con un abrazo cordial, volví a lo de este día, que era responder los 25 e-mails de siempre y contestar las llamadas de rigor. Hace un rato, un poco aligerado ya de las responsabilidades laborales, descubrí el libro del doctor Schutz mirándome muy serio desde la orilla del escritorio. Lo abrí con menos curiosidad que desgano y entonces ocurrió:
Como aquel personaje de Julio Torri al que un hada le concede la fortuna de abrir siempre el diccionario en la página exacta de la palabra buscada, así yo, al abrir Leyendas verdaderas de la Pampa en la página 97 me he encontrado con un vistoso encabezado que anuncia:
A continuación, reproduzco íntegro el texto del médico uruguayo cuya ilustración fue, lamentablemente, arrancada del ejemplar de Leyendas verdaderas de la Pampa que esta mañana me entregó su sobrino, el filósofo montevideano. (Para darnos una idea aproximada de la apariencia de las mancuspias, reproduzco en este post una imagen obtenida de un extraño y divertido blog italiano llamado Copiascolla.*).
MANCUSPIA
Su crianza en corrales exige su confinamiento en jaulas, donde reciben alimento cada ocho horas. Su pitanza habitual consiste en un potaje compuesto de avena malteada y, dos veces por semana, vino blanco.
El calor del verano, lo mismo que la falta de agua o el repentino cambio de costumbres las llenan de caprichos y versatilidades que pueden llegar al extremo de una inquietud rayana en la histeria, sin contar con que, por su propia naturaleza están llenas de sagacidad y malevolencia, por lo que su cría representa un trabajo sutil y necesitado de una precisión incesante y minuciosa.
Aunque las mancuspias pequeñas huelen levemente a lilas, las madres abominan el baño, por lo que hay que tomarlas con cuidado de las orejas y las patas y sumergirlas muchas veces en el agua. Mediante este proceso, los animales se desesperan y se erizan, y de esta manera las sales de baño penetran en su piel delicada.
Su temperatura corporal no excede los 37°c. Los ejemplares adultos tienden a desarrollar la manía de caminar en círculos. Además, pierden el pelaje del lomo, lo que a partir del otoño representa para ellas un problema, pues duermen estiradas y carecen de la protección que se dan a sí mismos los animales que descansan ovillados.
Una leyenda de la Pampa ha divulgado el rumor infundado de que las mancuspias provocan padecimientos extraños ―cefaleas, por ejemplo― tanto en los seres humanos encargados de su crianza como en aquellos que habitan cerca de sus moradas.
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1. Julio Cortázar, Bestiario, Sudamericana, Buenos Aires, 1951.
2. ___________, Último Round, Siglo XXI Editores, México, 1969.
3. Gabriel Schutz, El fuelle infinito, UNAM, México, 2005.
4. Aníbal Schutz, Leyendas verdaderas de la Pampa, Giuseppe Lampa Editor, Montevideo, 1945.* Un rápido pero inteligente vistazo a esta imagen demuestra que, a pesar del origen sudamericano que les atribuye Schutz, las mancuspias eran ya conocidas en la Italia renacentista. (N. de V.C.)
ADDENDA
Otra aproximación a la posible apariencia real de las mancuspias me fue sugerida por el libro Emigrantes (Barbara Fiore Editora, 2007), del genial ilustrador australiano Shaun Tan, en cuya portada puede apreciarse la siguiente imagen. [vc, julio de 2010]
