jueves, diciembre 07, 2006

Ararat



a Diana


1.

Ha nacido un islote en medio de la sala,
un Ararat de cajas de cartón y cintas adhesivas
a cuyos pies se anuncia la partida:

pequeños objetos cotidianos
(una pluma, un anillo, algún deseo,
la llave de ninguna cerradura)
olvidadas baratijas que ya nadie buscaba
y que hoy vuelven en forma de presagios:

Como la sed,
emblema de las aguas,
mudarse es el signo del arraigo:

sólo se queda
en lo que uno va dejando.


2.
Los camellos pasan: el horizonte cambia de sitio.
Ramón Gómez de la Serna


Mahoma, movamos la montaña:

Abajo esperan Abdul el camellero y sus muchachos,
cinco jóvenes traídos ex profeso para,
a cambio de una suma a todas luces abusiva,
cruzar el barrio con la casa a lomos.

He aquí la paradoja del traslado:
pagar también por irse
en busca del diluvio más propicio
y hallar no más que vencidos olivares,

signos oscuros,
inefables rastros de otras permanencias:

la huella rupestre de unas manos,
un número anotado de prisa sobre el muro,
la grieta que ya tantos resanaron.

Cosas que están
y pasan como aquella caravana.
3.

Aligera la carga:

No hay un oasis en medio del desierto
sino un bosque de signos por el que hablan
la antena, los cables, la ventana…

Y más allá,
al borde del rebaño,
la indolente, la oveja descarriada,
Cordero de Dios que cifras la mudanza
en la alquimia permanente de la forma:

El irse que es la nube,
toda ella su equipaje
(la forma que en el fondo es su accidente,
un molde en que se fija la mirada
o el indócil fantasma que desmiente
el peso de la carga y su trasiego).

No hay remansos a orillas de este bosque:
Apenas una fe de sombra y aguacero.

4.
Lo que es capital es el acto de traspasar la línea fatídica.
Vladimir Dimitrijević



Lo capital es, entonces, no quedarse.

Podríamos irnos aun sin nuestros nombres
y en ellos avivar alguna hoguera;
sentirla arder mientras hacemos el camino
de la flama hacia el fondo de nosotros.

Podríamos inclusive en ese incendio
consumirnos en la piel de otros fantasmas,
oírnos crepitar en otro fuego.

Lo capital es habitarse sin nostalgia.
(En Periódico de Poesía, núm. 12, otoño 2006, UNAM/Dirección de Literatura)